domingo, 13 de septiembre de 2015

CHRISTOPHER LEE: EL ADIÓS A DRÁCULA

El día 7 del pasado mes de junio fallecía el que para mi ha sido la mejor encarnación de Drácula en el cine. El actor que más ha aportado al mito en la pantalla grande. Christopher Lee nos dejaba a los 93 años. Sirvan como sentido y humilde homenaje estas letras que tuve el orgullo de dedicarle, a él y a la factoría que construyó la resurrección del Rey de los Vampiros. en un capítulo en mi libro "Drácula Vive", ensayo en el que intento hallar la respuesta a un hecho refutado en la figura de Drácula. Es notorio que el Príncipe de la Oscuridad ejerce una fascinación que ningún otro mito del terror posee. Esa búsqueda apasionada  compone la línea argumental de mi obra. En muchos casos, una contante trazada por senderos que conducen a agentes relacionados con el mundo de lo oculto.   


LA SEDUCCIÓN DEL DIABLO
Su imponente silueta recortada a contraluz en lo alto de la escalera parecía anunciar una nueva encarnación del vampiro más universal. Era la presentación de quien estaba llamado a ser el Drácula más digno que se ha visto en la pantalla. A partir de aquel instante todo sería distinto. El no-muerto adquiriría del hombre que lo encarnó una elegancia nunca más igualada.
Aparición de Lee como Drácula
Veintisiete años después de que la Universal cerrara la tapa del ataúd de su criatura, un equipo de entusiastas profesionales, sin apenas recursos pero con un gran talento, lograron dotar al rey de los vampiros de la dignidad y las cualidades que hasta ese instante carecía. Nadie aportó más que ellos a la conformación de los elementos que debían dibujar la figura de Drácula, tanto externa como interior. Podríamos decir que aquellos cineastas fueron quienes mejor entendieron la esencia del personaje de Stoker.
La llegada del Drácula de la productora británica Hammer Films sería un momento mágico. Y es que, desde el primer instante de esa extraordinaria aparición, la Hammer nos enseñó que el Drácula anterior, aquel cuyo proceder fue siempre ceremonioso y que actuaba con movimientos teatralmente ridículos en muchos momentos, arrastrando y remarcando las palabras, había sido definitivamente desechado. Christopher Lee, excelente actor, portador de una innata distinción y con cuyo atractivo irresistible sobre el público —sobre todo femenino— había dado un giro completo al personaje. Ya no se limitaría a descargar toda la energía de su poder a través de la mirada en interminables secuencias estáticas. El nuevo Drácula era tal y como lo había dibujado Stoker. Básicamente, dotaba al vampiro conde de tres características nuevas: una presencia física más imponente, una mayor carga sexual en las vampirizaciones y una inédita personalidad demoníaca en la lucha contra el enemigo.
Así pues, el Drácula de Lee era ágil y protagonizaba escenas de acción. El vampiro ya no se limitaba a intentar paralizar a sus víctimas con su mirada hipnótica. Ahora su poder era algo más parecido a una fascinación placentera, casi deseada por la víctima. Atrás quedaban los movimientos lentos e hipnóticos de Bela Lugosi. La ferocidad y violencia de Drácula se expresaban ahora en encarnizadas luchas cuerpo a cuerpo con cada contrincante. De hecho no era un espectro o un fantasma sino la encarnación física de un no-muerto.
La segunda particularidad fue un gran acierto y supuso el rescate de un motivo inherente a los relatos de vampiros tradicionales. Se trataba del elemento erótico. Drácula debía presentarse como un personaje elegante pero con gran poder de atracción sexual, casi animal. En los filmes de la Hammer, de grandes connotaciones eróticas, el conde hace gozar a sus presas femeninas con cada mordisco.

Por último, la Hammer decidió conferir al vampiro transilvano un rasgo diabólico. Ya no representaba a un ser fantasmal, poco más que un aparecido, sino que su mirada, gestos y acciones marcaban su naturaleza demoníaca. Un representante del infierno sobre la faz de la Tierra.

EL DESPERTAR DEL MONSTRUO
Hubo más novedades: Los colmillos, las mordeduras, las estacas, la sangre, las ejecuciones de los vampiros mostradas explícitamente, las desintegraciones de sus cuerpos putrefactos… todos estos elementos clásicos en la literatura gótica de vampiros, que habían sido “olvidados” por la Universal, recuperaron el protagonismo que les correspondía con las cintas de la productora británica. Hammer Films supuso para el personaje de Drácula su definitiva perpetuación con los rasgos que había ideado su creador. Para que esto ocurriera pudieron confluir diversas y mágicas coincidencias, pero una de las principales causas fue la alta concentración de talento que existía en el modesto equipo de la Hammer. Aquella empresa —la de devolver a la vida al conde Drácula, después de casi treinta años durmiendo el sueño de la muerte— le fue encomendada a las personas idóneas. Sin embargo, a priori, el panorama no parecía ser el óptimo. En aquella época el cine de terror había llegado a una degradación tal que rozaba la pura caricatura; la mayoría de los profesionales del equipo eran unos completos desconocidos para el público.
El director de la película, Terence Fisher, que aún hoy no parece ser todo lo reconocido que debiera, era un modesto empedernido pero un maestro del rodaje. Cada plano estaba estudiado al milímetro, todos los detalles eran ensayados y el espacio y el decorado estudiados cuidadosamente antes de poner las cámaras en funcionamiento. El estudio que hace José María Latorre en su libro El cine fantástico (Ediciones Fabregat, 1987) sobre el método de Fisher resulta esclarecedor y revela la gran profesionalidad de este director británico a quien, entre 1957 y 1973, aproximadamente se encomendó la revisión en color de los viejos mitos del terror de la Universal, cuyos derechos se habían comprado.


El realizador contó con dos actores soberbios como protagonistas. La elección de quien debía encarnar al vampiro fue todo un acierto. Christopher Frank Carandini Lee, conocido por su primer nombre y su segundo apellido, supuso toda una revolución para el futuro del personaje y además su versión era la más fiel al Drácula de Stoker. Y este mérito, que debería ser atribuible solamente al director y al particular enfoque que diera al personaje, se lo atribuyo al gran Christopher Lee y a las numerosas aportaciones personales que hizo al personaje. El ya mencionado ambiente de familia, de equipo, que destilaba esta producción era el más propicio. Pero en este caso, concurría otra circunstancia que hacía más enriquecedoras las intervenciones de Lee. El británico de origen italiano era un gran conocedor de la temática paranormal, del mundo de lo enigmático y de la literatura fantástica (de nuevo, nos encontramos con la ya acostumbrada presencia de este aliado que parece concurrir cada vez que el personaje intenta un paso más en su supuesta integración entre los mortales). Su distinción ante las cámaras, proveniente tal vez de su linaje familiar, entroncado con Carlomagno, resultó sobresaliente en el papel de Drácula. Desde su actuación no se concibe al personaje de otra manera. Nadie ha conseguido acercarse a la extraordinaria elegancia que destilaba el conde vampiro encarnado con el toque personal de Christopher Lee.
El otro pilar en la interpretación de esta cinta de la Hammer fue Peter Cushing interpretando al doctor Van Helsing. El dinamismo y pasión que puso en su diseño del personaje lo dotaron de un nuevo matiz con mayor poder para la acción de lo que hasta entonces habían hecho sus antecesores. El cazador de vampiros y eterno enemigo del conde actuaba ahora acorde con la nueva concepción de su antagonista. Y sucedía, como en el caso de Lee, que Cushing colaboraba con su talento y sus ideas a la creación de las escenas para que éstas tuvieran más acción.
Así, en la escena final de “Drácula”, Cushing, tiene que descorrer unas cortinas para que la luz del día inunde el interior del castillo. Al ingenioso actor se le ocurrió que se podía añadir un punto de acción subiéndose él sobre la larga mesa que presidía la estancia y, tras correr sobre ella, lanzarse por el aire hasta colgarse de los cortinajes, arrancándolos. Sin duda, esta secuencia así fue mucho más efectiva y se convirtió, a la postre, en uno de los momentos más recordados del filme. Algunas fuentes afirman que también fue suya la idea de aprovechar, en la escena inmediatamente siguiente dos candelabros que formaran una cruz y obligaran al vampiro a salir de la sombra en la que se cobijaba y exponerse a la luz del sol.
Drácula (Horror de Drácula, 1958)
Esas mismas crónicas afirman que tan ingeniosos planteamientos como el comentado se debían a los grandes conocimientos de ocultismo que poseía Peter Cushing (de nuevo, la circunstancia ya casi común) Esas nociones aventajadas acerca de lo intangible cautivaron al director, que no dudó en incorporarlas a los rodajes. Pero además el filme contenía numerosos elementos en su guión que producían un ambiente inquietante. Cushing y Lee contribuían en gran manera a ello con la nueva perspectiva dada a sus personajes. Sin embargo, existían momentos en la cinta donde uno se daba cuenta que la experiencia traspasaba ciertos límites.
Christopher Lee y Peter Cushing en un receso del rodaje

LOS CREADORES DEL INFIERNO
Sin duda, este Drácula más demoníaco y carnal se movía en los parámetros de lo paranormal. Asistimos a concisas disertaciones de Van Helsing sobre la naturaleza sobrenatural del monstruo, las maneras de combatir al mal o la influencia y el poder del vampiro sobre las mentes de los demás. Además, el magnífico equipo que reunió Fisher consiguió una atmósfera verdaderamente desestabilizadora.El excelente guionista Jimmy Sangster escribió una gran historia con los ingredientes más importantes de la obra de Stoker (ésta es la mejor adaptación que se ha hecho hasta el momento de su novela). La magistral fotografía en technicolor de Jack Asher contribuía al buen hacer del director que, dicho sea de paso, “releía” con la cámara cada escena antes de rodarla. Igualmente sobresaliente célebre fue la contribución de James Bernard con una partitura majestuosa, rotunda, tensa, una música que alcanzaba a la perfección el ritmo adecuado a cada uno de los momentos de la acción. Y por último, destacables fueron también los decorados Bernard Robinson. Toda esta gran familia, como Christopher Lee la denominó en multitud de ocasiones, fue capaz de crear el ambiente tal y como lo había ideado Sangster. Una iconografía evocadora de sensaciones inigualables que se convertiría en seña de identidad de los estudios. Desde entonces, en las continuas incursiones en el subgénero del cine de vampiros y en particular de los filmes de Drácula no han sido más que variaciones de los cánones introducidos por la productora británica. Parece como si la idiosincrasia de tan poderoso ser recogida de manera admirable por el equipo de Fisher hubiera conectado con algún tipo de dispositivo o resorte alojado en un rincón recóndito de nuestra mente hasta crear fascinación imposible de igualar. Los esquemas Hammer han sido repetidos, desde entonces, en la mayoría de las películas de vampiros.

La cinta de presentación del nuevo Príncipe de las tinieblas mostraba sus credenciales desde el comienzo. El invitado de Drácula ya no era el incauto Jonathan Harker de anteriores ocasiones. Su viaje al castillo de Drácula, aunque enmascarado en la figura de un pretendido bibliotecario, tenía un objetivo claro: acabar con el monstruo, ya que a estas alturas los espectadores conocían la naturaleza de éste y por tanto tenía poco sentido mostrar a un invitado ingenuo.
Enseguida conoceremos las “nuevas maneras” del Drácula de Fisher con la entrada en escena del conde en el inicio de la película, en lo alto de la escalera interior de su castillo. Su figura recortada a contraluz mantiene durante unos segundos el misterio. Pero, a diferencia de la versión de 1931 de Lugosi (que no acudía al encuentro de su invitado sino que espera ceremonioso que éste suba), Christopher Lee realiza un decidido y enérgico descenso de los escalones ofreciéndose solícito a su anfitrión.
Hay un episodio que Christopher Lee relató en multitud de ocasiones muy oportuno ahora para expresar el impacto que su interpretación tuvo en el público. Así lo reflejó Bill Kelley en la revista Drácula: The Complete Vampiro (Drácula: todo sobre el vampiro): “Era mi primera visita a los Estados Unidos y me sentía entre nervioso y fascinado. La Universal había preparado una proyección a medianoche, y Peter (Cushing) y yo fuimos al estreno. En la fachada había un cartelón gigantesco en el que yo agarraba a la chica, y sólo Dios sabe cuántos pisos de alto tendría. Odio asistir a este tipo de actos —afirmaba el actor británico—, pero por suerte ocurrió como en Londres y nadie se fijó en mí. Peter y yo nos sentamos justo debajo de la cabina de proyección, y la gente fue entrando en la sala. Casi todos eran profesionales que acababan de salir del teatro ya fuese en calidad de espectadores o después de haber trabajado en la función: se conocían los unos a los otros, gritaban… estaban realmente muy animados. Alguien disparó un tiro de salva y eso consiguió que unos cuantos empezaran a concentrar su atención en la pantalla.
Inicio de la primera Entrega del Drácula de la Hammer
”Entonces se apagaron las luces —continuaba explicando Lee— y el cine vibró con un zumbido expectante de comentarios y risitas en voz baja. Oímos el que ahora es tan famoso tema musical del comienzo y cuando la sangre empezó a gotear del ataúd, al final de los títulos de crédito, lo jalearon con gritos y vítores. Cada vez había más ruido, una mezcla de diversión y tolerancia bien humorada. Entonces, llegó el primer plano en el que se ve silueteado al comienzo de la escalera, y fue acogido con un auténtico rugido de carcajadas. Recuerdo que le dije a Peter que me iba, que no podía aguantar aquello ni un segundo más, y Peter me dijo que debía quedarme en el cine y que tuviera un poco de paciencia. Después venía el plano en el que bajaba por la escalera, me acercaba a la cámara y abría la boca para hablar por primera vez. Hasta entonces todo el mundo había estado aplaudiendo y gritando, pero se callaron de repente. Nunca olvidaré el silencio que se adueñó del cine en ese momento. Fue algo realmente extraordinario. Estaban viendo a una persona de aspecto normal que hablaba tal y como lo hace una persona normal. ‘Señor Harker me alegra que haya llegado con felicidad. (…) Sea bienvenido a mi casa’. (…) Conseguimos que estuvieran pendientes de la pantalla durante todo el resto de la película”.
En realidad podríamos decir que lo que lograron en realidad es que el público estuviera pendiente durante el resto de la serie o, más aún, de todas las películas de vampiros rodadas a partir de entonces. Hammer había creado un nuevo Drácula. Altivo, elegante, serio pero a la vez amable y cordial, el Drácula británico era lo opuesto a la teatralidad, el ademán amenazante, la excesiva gesticulación y el marcado silabeo de las palabras de Bela Lugosi.
Sin dejarse atrapar por el personaje en el plano personal, como si le ocurriera a su predecesor, Christopher ha sido quien más veces ha prestado su porte al Amo de la Noche en el cine, hasta sumar un total de doce producciones, incluidos dos documentales sobre Vlad de Valaquia.

LOS ESCENARIOS DEL TERROR
Otra de las claves del éxito de la nueva producción de Drácula y en gran medida seña de identidad de Hammer Films, fue la estética: paisajes, escenarios y demás elementos aparecen combinados de forma magistral. Frondosos bosques, cementerios, nieblas, anocheceres amenazantes, tumbas vacías, carruajes fúnebres, estacas… toda una serie de recursos rodados con un magnífico tratamiento del color y de la fotografía. Y en medio de ese mundo, un protagonista que, ojos inyectados de sangre y mirada diabólica, abre la boca hasta desencajarla mostrando amenazante dos, largos y agudos incisivos.




Cabe apuntar que tras ese periodo en el que el vampiro tuvo un gran despertar nada nuevo se aportó que engrandeciera su figura y es que, tal vez, la labor de aquel gran equipo británico fue insuperable.

CARTELES
"Drácula" (1.958)

"Drácula, Príncipe de las Tinieblas" (1.966)

"Drácula Vuelve de la Tumba" (1.968)


"El Poder de la Sangre de Drácula" (1.970)

"Las Cicatrices de Drácula" (1.970)


"Drácula 73"("Drácula A.D.1.972") (1.972)


"Los Ritos Satánicos de Drácula" (1.973)
FOTOGRAMAS













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